Voy a ser el
primero en reconocer que últimamente me he vuelto mucho más crítico de lo
normal, específicamente con las películas de terror, ya que después de ver
tantas y tantas cintas de este género cada vez se me dificulta más y más
ignorar la inmensa pila de clichés y estereotipos que plagan a casi toda
historia de horror, haciéndome pensar que si ya has visto un filme de terror
“tradicional”, ya los has visto todos. Todo esto lo menciono porque, a pesar de
tener un buen nivel en cuanto a calidad de producción se refiere, odie Malasaña 32 de manera casi irracional
por no ser otra cosa que clichés sobre clichés sobre clichés, desperdiciando la
oportunidad de contar una buena historia y dando prioridad al “jump scare”
barato y repetitivo que pierde su gracia a los dos minutos.
En Malasaña 32 veremos a una familia que se
muda a un departamento embrujado. Manolo (Ivan Marcos) y el resto de su familia
llegan a Madrid en busca de nuevas oportunidades de trabajo en la ciudad.
Después de vender todas sus posesiones materiales, Manolo logra comprar un
departamento en la ciudad, sin embargo él y el resto de su familia comienza a
experimentar inexplicables sucesos que los harán enfrentarse a una maligna
fuerza del más allá, una que está conectada directamente a su nuevo hogar.
Lo que más
odie en la película es la abundancia de “jump scares”, los cuales se usan cada
que se puede, tengan sentido o no, usando el mismo chirrido de violín de alto
volumen tanto para un fantasma que pasa detrás de un personaje como a alguien viendo
a una ventana donde no hay absolutamente nada. Es como si te estuviesen
gritando en el odio a cada minuto, lo cual es irritante, no aterrador.
El guion
presenta varias ideas que, aunque sí se conectan entre sí, todas ellas se
plantean de manera pobre. En lugar de gradualmente ir revelando el “misterio”
de la trama, los últimos treinta minutos se utilizan para explicar el resto del
filme, lo cual se hace en una exposición muy densa y “robótica”, explicaciones
que se sienten poco naturales y que parecen inventadas de último minuto para
justificar alguna escena anterior sin sentido.
Entre los
problemas del guion están personajes completamente inútiles que no aportan nada
a la historia, tiempo en pantalla que pudo ser utilizado para dar más
profundidad al resto del reparto, algo que hubiese sido necesario para evitar
que todos los personajes se sintieran tan planos y sin personalidad alguna.
Esto es uno de los agravios más lamentables ya que las actuaciones sí son
buenas, no espectaculares pero sí funcionan bien para este tipo de trama,
lamentablemente la actuación es solo la mitad de la ecuación para darnos
personajes interesantes, la otra mitad depende del guion, el cual en este caso
no les da nada que hacer a los personajes aparte de lucir asustados, lo cual
reitero hacen bastante bien, pero la personificación de los protagonistas es
tan pobre que no me importa ninguno de ellos.
Otra de las
razones por las que odie esta película es porque en el fondo, muy en el fondo,
la historia de su antagonista resulta interesante y de haberse explorado de
manera más compleja que una explicación apresurada de cinco minutos podríamos
haber tenido algo mucho más original y entretenido, en su lugar la producción
prefiere usar todo truco gastado e insulso de película de horror, con un final
apresurado que descaradamente imita a El
Exorcista, señal de la falta de creatividad de muchas películas de terror
aparentemente ya que es un elemento cada vez más común en producciones de este
género de relativo bajo presupuesto. Con una reestructuración del guion Malasaña 32 podría ser mucho más
interesante, pero tal y como se nos presenta en su estado actual, la película
es un montón de buenas ideas planteadas y desarrolladas de manera torpe y
estereotípica, desperdiciando casi por completo su verdadero potencial al
querer “jugar a la seguro”. No dudo que haya más de una persona que sí pueda
disfrutar de esta película pero yo no soy una de ellas.
Malasaña 32:
1/5. Mala.
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