El entrar al
cine a ver una película sin saber absolutamente nada sobre ella es un arma de
doble filo. Por un lado, si no existe mucha publicidad o “ruido” sobre la producción,
usualmente se debe a que el proyecto es poco o nada sobresaliente; por otro
lado esa, llamémosle carencia de información, puede ayudar a que la cinta en
verdad logre sorprenderte gratamente, con un producto mucho más interesante y
pulido de lo que te hubieras imaginado en un principio, siendo Desastre en París un buen ejemplo de ese
último caso.
En Desastre en París veremos a una familia
tratando de sobrevivir una tragedia a gran escala. Mathieu (Romain Duris) y
Anna (Olga Kurylenko) tienen a una hija llamada Sarah (Fantine Harduin) quien
debido a una rara enfermedad debe vivir en una habitación completamente aislada
del mundo exterior. Como si la vida de Sarah no fuese lo suficientemente dura,
una misteriosa niebla comienza a cubrir toda la ciudad, matando a todo aquel
que la respira. Escapando milagrosamente, ahora Mathieu y Sarah deberán encontrar
la forma sacar a Anna de su habitación especial y salir de la ciudad antes de
que sea demasiado tarde.
Desastre en París en un principio parece una simple interpretación
francesa de la “clásica” película de desastre, y aunque en algunos sentidos sí
lo es, afortunadamente cuenta con suficientes elementos propios para distinguirla
de todas las cintas con premisas similares. El punto fuerte de la producción no
son elaboradas secuencias de acción o espectaculares efectos visuales, digo, sí
cuenta con estos elementos de forma moderada, pero ese no es su enfoque principal
sino el drama en que se sumergen los personajes.
La cinta se
sumerge en el misterio más que en la acción o la aventura que usualmente se
asocian con el subgénero de desastre. La cinta arroja poco a poco incógnitas
sobre las circunstancias en que se ven envueltos sus protagonistas, rara vez
rebelando información, pero cuando lo hace es de forma sutil. Aunque el punto
focal de la trama son sus protagonistas, constantemente podemos ver en el fondo
una historia mucho más grande, compleja e incluso aterradora, siendo la
historia de los protagonistas sólo una pieza en un rompecabezas mucho más
grande, lo cual hace a la trama mucho más envolvente, íntima y hasta cierto
modo “realista”, al menos en la forma en que se comportan los personajes.
Asuman que ustedes mismos se ven en un desastre natural inexplicable, estoy
casi seguro que su prioridad sería asegurarse que sus seres queridos estén a
salvo, no saber si el mundo se está acabando o algo así, es este el ambiente
asfixiante y desolado que la cinta pretende proyectar, y lo logra.
La “sobriedad”
de la trama (por llamarla de alguna manera) hace que en ocasiones el ritmo de
la historia se siento un poco lento, con secuencias un tanto repetitivas.
Afortunadamente la película logra darnos varías escenas de acción que, aunque
distan de ser impresionantes, logran inyectar un poco de emoción a la trama
cuando esta comienza a estancarse un poco.
No quisiera
dar más detalles sobre esta película ya que eso podría arruinar la experiencia
de verla, pero debo advertirles que el ritmo relativamente lento podría hacerla
ver como “aburrida” para algunos, esto aunado a un desenlace demasiado abrupto
que te deja con más preguntas que respuestas podría dejar a muchos con un mal sabor
de boca, opinión que no comparto pero que entendería perfectamente. Sí les
gustan las películas de desastres naturales pero están cansados de que todas utilicen
prácticamente la misma fórmula, yo les recomendaría que le den una oportunidad
a Desastre en París, tal vez no se convierta
en un clásico del subgénero pero creo que cuenta con suficientes méritos
propios como para hacerla destacar al menos un poco.
Desastre en
París: 3/5. Buena.
Mejor que:
El Gran Terremoto 9 Grados (2018).
No tan buena
como: La Niebla (2007). Con la que comparte algunos elementos pero ambas
producciones tienen un enfoque totalmente distinto.