lunes, 9 de junio de 2014

Odio los lunes y los celulares.


Además de los lunes también odio los celulares. Y si, antes de cualquier cosa debo aceptar que eso me convierte en un total hipócrita, ya que si de verdad odiara los celulares como digo, no tendría uno en primer lugar. No puedo negar lo práctico que resulta estar comunicado en prácticamente cualquier lugar del planeta, o tener acceso a tu correo electrónico en cualquier parte, o el hecho de que el celular reproduzca con mayor calidad y rapidez videos de YouTube mejor que mi laptop. Pero las cosas antes no eran así (si, ya sé, esta es otra de esas entradas de viejo amargado sobre “en mis tiempos…”).
Cuando era niño no existían los celulares y cuando empezaron a surgir estos aparatos eran un artículo de súper lujo que muy pocos podían costear, y buena suerte tratando de tener buena señal en esas cosas. El punto es que no todo el mundo tenía un celular por la simple razón de que no se necesitaba. Había dos opciones para hacer llamadas telefónicas en ese entonces: o usabas un teléfono de casa o usabas un teléfono público de monedas aunque en ese tiempo eso teléfonos fueron cambiando poco a poco por teléfonos que usaban tarjetas pre-pagadas (chale… ya ni yo puedo negar mi vejes, tanto los teléfonos de monedas como los de tarjetas ya están prácticamente en desuso y yo vi desaparecer ambas tendencias…). Y ahora que lo pienso, con la extinción de las casetas telefónicas, hoy en día ¿Dónde se cambia de ropa Superman?
Pueden decirme que era muy poco práctico estar buscando cambio para hacer una llamada telefónica o comprar una tarjeta, pero ese es exactamente el punto, te podías desaparecer por unas horas y no se armaba ningún alboroto, y si te llegaban a preguntar donde andabas o porque no te habías reportado a tu casa fácil mente podías decir que se te acabo el saldo de la tarjeta del teléfono o que te quedaste sin cambio y nadie podría dudar de esa excusa. ¡Era el crimen perfecto! El punto que es que antes podías fácilmente desconectarte del mundo y hacer lo que se te diera la gana sin que nadie te molestara, aunque estoy consciente que quizás eso solo suena atractivo para ermitaños antisociales y antipáticos como yo. ¿Hoy? Con los celulares actuales no hay forma de desconectarse gracias a los celulares. Y las excusas de antes ya no sirven ¿Te quedaste sin saldo? Es más fácil poner saldo a un celular que comprar calcetines ¿No hay recepción? Manda un mensaje de texto (o en estos días un Wassap).
Y para acabarla de amolar, aparentemente ahora no es suficiente tener un celular, cada que estornudas aparece un modelo nuevo y mejorado con más opciones y mayor capacidad, haciendo tu antiguo celular obsoleto y estar cambiando tu aparato cada 6 meses. Y esa es otra cosa que simplemente no entiendo ¿De verdad se tiene que estar cambiando el celular cada que sale un modelo nuevo? ¿Qué tiene de malo mi celular viejito? Todavía puede mandar y recibir tanto llamadas como menajes de texto ¿Por qué eso ya no es suficiente? ¿Si nos acordamos que esas dos funciones son las principales en un celular, verdad? Ahora cada nuevo celular parece ser capaz de hacer cualquier cosa imaginable excepto llamadas telefónicas.
Lo peor del caso es que esto me ha afectado también a mí y me he dejado llevar por la moda de estos celulares modernos. Tengo menos de un año no él y no solo ya han salido como 20 modelos más actuales, sino que también ya lo traigo todo madreado, pero aun funciona y no tengo ni la más mínima intención de cambiarlo por uno más nuevo o mejor. Hoy el celular es un aparato de primera necesidad lo quieras o no. Antes de salir a cualquier lado siempre checo que lleve conmigo 3 cosas: mis llaves, mi cartera y mi celular, y ni siquiera se para que cargo el celular si de todos modos nadie nunca me marca. Lo que me parece curioso es como todos hemos vuelto algo que no teníamos hace tiempo en un objeto de primera necesidad. Si los celulares dejaran de existir sería una lástima ya no poder jugar Tetris mientras estoy sentado en el baño “sacando la basura” pero de ahí en más no creo que realmente sea una perdida grave. O tal vez, como casi siempre es el caso últimamente, solo me estoy volviendo cada vez más amargado y desquitándome con la nueva tecnología. Quien sabe…
Y por eso odio los celulares. Y también los lunes.

1 comentario: