
Si, lo sé. Qué
gran sorpresa descubrir que me desagrada algo que la mayoría de la gente ama,
soy un completo amargado que odia todo y a todos. Debo decir que eso es solo
parcialmente cierto (que parte de ello, eso que lo decida cada quien). No se
trata de que odie la navidad, aunque he de confesar que no la espero con la
misma ansiedad que cuando era niño, aquella época cuando al llegar el 25 de
Diciembre comenzaba la cuenta regresiva para la siguiente fecha en la que podía
dormir hasta tarde y recibir más juguetes de las tortugas ninja, porque por
alguna razón pensar en navidad en ese entonces era pensar en tortugas
adolecentes mutantes… ¿Qué puedo decir? Tendrían que haber estado ahí para
entenderlo. Pero como siempre, estoy divagando.

El ejemplo
más claro: es precisamente en esta época del año cuando bendigo el nombre de
aquella alma caritativa que inventó los audífonos. Bueno, no realmente porque
no se su nombre pero lo bendigo de cualquier manera porque de no ser por mis
audífonos, el sonido constante e ininterrumpido de villancicos ya me hubiera
orillado a un frenesí homicida/suicida hace ya bastantes años. Todavía no
empieza Diciembre y ya estoy hasta la madre tanto del morro del tambor como del
pinche burro y de los pastorcitos mejor ni hablamos. Y antes de dejar el tema,
siempre he visto un tanto raro esa canción de los peces, digo, es mi canción navideña
favorita y la tolero un poco más que las demás quizá porque me identifico con
ella pero aun así ¿Qué pedo con esos peces que beben y beben? Usan cualquier
pretexto para chupar, yo mismo lo apruebo, que eso quede claro, pero siempre se
me ha hecho raro oír sobre vida marina con problemas de alcoholismo.

Entiendo el
porqué algunos querrían traer la “buena vibra” que usualmente se asocia con la
navidad, pero incluso eso me parece hipócrita en muchos casos. Ya por estas
fechas todo es sonrisas y buenos deseos pero solo termina la temporada (que usualmente
se extiende hasta año nuevo o día de reyes) y ¡Boom! Todo el mundo regresa a
ser la violenta y neurótica persona de siempre hasta que sea hora de poner el árbol
de navidad el año siguiente. Excepto por
mí, claro está, yo soy igual de antipático en cualquier día del año. No puedo
evitar pensar que en ocasiones esa “buena voluntad” de la que tanto se habla
entre más se acerca el 25 de Diciembre se debe más a la costumbre, que es lo
que se espera que la gente diga y haga, no tanto porque lo desee sino porque
esa es la tradición.
Y no, no
digo que no quiero ver nada relacionado con la navidad hasta que la feche
llegue, solo digo que para mí sería una mejor experiencia si todo ese “espíritu
navideño” estuviera concentrado en un par de semanas y no en dos o a veces tres
meses de anticipación. Es como comer tu helado favorito, probablemente adorarías
poder comerlo diario pero estoy casi seguro de que después de un mes cualquier
otro postre se verá mucho más tentador que ese helado.

Y a pesar de
todo lo que ya he dicho, estoy dispuesto a echar mi opinión sobre el tema por
la ventana (no es que valiera mucho para empezar) y confesar que ha sucedido lo
que no había pasado en mucho tiempo. Estoy realmente emocionado y no puedo
esperar para que llegue la navidad este año por una simple (y estúpida) razón:
No puedo esperar para ver el especial de Doctor
Who y ver al Doctor hacer mancuerna con Santa Claus, probablemente peleando
hombro con hombro para salvar a la humanidad de una invasión extraterrestre o
algo así. Lo más triste es que ni siquiera estoy siendo irónico en cuanto a esto.
Solo... treinta... días... más...
Y por eso
odio la época navideña. Y también los lunes.
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