Además de
los lunes también odio a Santa Claus. Tal vez la palabra “odio” sea una palabra
muy fuerte, pero las entradas de los lunes no se llaman “Me incomodan
ligeramente los lunes y…”, así que ni modo.
Esa
incomodidad puede ser un poco difícil de definir ya que existen varios factores
que podrían ser la causa. Por un lado está el hecho de que poco a poco, por lo
menos en México, se fue cambiando el papel de quien entrega los regalos en
navidad. Hace muchas lunas, cuando yo era niño sabía que el Niño Dios era quien
traía los regalos, lo cual en retrospectiva no tiene demasiado sentido, después
de todo el cómo y el porqué un recién nacido reparte regalos en su cumpleaños
es un poco confuso, pero cuando se es niño la lógica esta hasta el fondo de la
lista de prioridades. También están los reyes magos, cuya historia tiene un
poco más de sentido y suena más a una solución mexicana. Imaginen a los tres
reyes magos (con acento chilango): “Chale pinche Gaspar, te dije que no era por
aquí. Así no vamos a llegar nunca” “A mí ni me digas, se suponía que el pendejo
de Melchor ya se sabía la dirección del Niño Dios” “Dejen de estar chingando. Miren,
pa ir a la segura y no cajetearla, vamos y dejamos regalos a todas las casas.
ALGUNA tendrá que ser la buena ¿Va?”.
Pero creo
que mi aversión no se trata de que Santa Claus sea una figura extranjera que sustituya
a las figuras tradicionales de mi infancia, o el hecho de que cada diciembre
trate de convencerme que la única manera de ser feliz es tomando refresco con
osos polares ni nada de eso. Mi incomodidad es con el personaje mismo y sus
acciones. Todo suena bien en teoría: Un venerable anciano risueño que viaja alrededor
del mundo dejando regalos a los niños buenos en navidad. Una idea bastante
simple y que no carece de encanto, pero si nos ponemos a analizar al personaje,
las cosas son un poco perturbadoras.
Quizá sea mi
amargura hablando, pero yo desconfiaría de un desconocido que le regala
juguetes a los niños sin ninguna razón aparente, de hecho eso suena a la
estrategia de algún pedófilo para ganarse la confianza de sus víctimas. Pero
como sea, probablemente solo sea yo de mal pensado… hasta que te das cuenta de
que una de las actividades del dichoso Santa es vigilar a los niños durante el
año para ver quién es bueno y quien malo. Si eso no es ser un stalker, no sé
que es. Y ya que tocamos el asunto, ¿Quién es este wey para juzgar quien es
bueno y quien es malo? Para empezar esta el hecho de que espía a la gente con
completa impunidad y eso desde antes de las reformas a las telecomunicaciones,
lo cual estoy casi seguro que es ilegal. Además, si Santa Claus fuera tan bueno
como dicen, regalaría parejo a todos los niños independientemente de cómo se
porten durante el año, porque no se ustedes, pero eso de condicionar un regalo
a cambio de una buena conducta a mi me suena más a chantaje que a un acto de
caridad. Pavlov estaría orgulloso.
Por otro
lado está el hecho de que entra furtivamente a las casas, de nuevo una
actividad ilegal, pero lo peor del caso es su gran habilidad para hacerlo, sin
dejar rastro alguno de su presencia, como un gran ninja vestido de rojo que, quizá
en algún otro tiempo pudo ser el mejor asesino asueldo de todos los tiempos o
algo así. Quizá los niños se vayan a dormir ilusionados para despertar al
siguiente día y ver que les trajeron de regalo, pero si yo supiera que en una
noche muy específica un completo extraño se va a meter a mi casa, yo pasaría la
noche con un arma de fuego apuntando a la puerta de mi casa y con una paranoia
que me quitaría el sueño.
Todo esto es
suficiente como para que me desagrade el tal Santa Claus, pero si he de ser
completa y totalmente sincero, existe una razón por la que odio al empleado más
famoso de Coca-Cola: El wey es amado y reconocido por todo el mundo, es absurdamente
rico como para comprar regalos a millones de niños, porque aunque diga que él
es quien fabrica los juguetes, sinceramente dudo que sus duendes sean tan
buenos como para hacer un PlayStation con los recursos que tienen disponibles
en el polo norte, pero lo peor de todo, lo que me disgusta más de todo el asunto
es que Santa Claus tiene toda esa fama y riqueza y el wey solo trabaja una vez
al año… que envidia, la verdad.
Y por eso
odio a Santa Claus. Y también los lunes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario