lunes, 22 de diciembre de 2014

Odio los lunes y a Santa Claus


Además de los lunes también odio a Santa Claus. Tal vez la palabra “odio” sea una palabra muy fuerte, pero las entradas de los lunes no se llaman “Me incomodan ligeramente los lunes y…”, así que ni modo.
Esa incomodidad puede ser un poco difícil de definir ya que existen varios factores que podrían ser la causa. Por un lado está el hecho de que poco a poco, por lo menos en México, se fue cambiando el papel de quien entrega los regalos en navidad. Hace muchas lunas, cuando yo era niño sabía que el Niño Dios era quien traía los regalos, lo cual en retrospectiva no tiene demasiado sentido, después de todo el cómo y el porqué un recién nacido reparte regalos en su cumpleaños es un poco confuso, pero cuando se es niño la lógica esta hasta el fondo de la lista de prioridades. También están los reyes magos, cuya historia tiene un poco más de sentido y suena más a una solución mexicana. Imaginen a los tres reyes magos (con acento chilango): “Chale pinche Gaspar, te dije que no era por aquí. Así no vamos a llegar nunca” “A mí ni me digas, se suponía que el pendejo de Melchor ya se sabía la dirección del Niño Dios” “Dejen de estar chingando. Miren, pa ir a la segura y no cajetearla, vamos y dejamos regalos a todas las casas. ALGUNA tendrá que ser la buena ¿Va?”.
Pero creo que mi aversión no se trata de que Santa Claus sea una figura extranjera que sustituya a las figuras tradicionales de mi infancia, o el hecho de que cada diciembre trate de convencerme que la única manera de ser feliz es tomando refresco con osos polares ni nada de eso. Mi incomodidad es con el personaje mismo y sus acciones. Todo suena bien en teoría: Un venerable anciano risueño que viaja alrededor del mundo dejando regalos a los niños buenos en navidad. Una idea bastante simple y que no carece de encanto, pero si nos ponemos a analizar al personaje, las cosas son un poco perturbadoras.
Quizá sea mi amargura hablando, pero yo desconfiaría de un desconocido que le regala juguetes a los niños sin ninguna razón aparente, de hecho eso suena a la estrategia de algún pedófilo para ganarse la confianza de sus víctimas. Pero como sea, probablemente solo sea yo de mal pensado… hasta que te das cuenta de que una de las actividades del dichoso Santa es vigilar a los niños durante el año para ver quién es bueno y quien malo. Si eso no es ser un stalker, no sé que es. Y ya que tocamos el asunto, ¿Quién es este wey para juzgar quien es bueno y quien es malo? Para empezar esta el hecho de que espía a la gente con completa impunidad y eso desde antes de las reformas a las telecomunicaciones, lo cual estoy casi seguro que es ilegal. Además, si Santa Claus fuera tan bueno como dicen, regalaría parejo a todos los niños independientemente de cómo se porten durante el año, porque no se ustedes, pero eso de condicionar un regalo a cambio de una buena conducta a mi me suena más a chantaje que a un acto de caridad. Pavlov estaría orgulloso.
Por otro lado está el hecho de que entra furtivamente a las casas, de nuevo una actividad ilegal, pero lo peor del caso es su gran habilidad para hacerlo, sin dejar rastro alguno de su presencia, como un gran ninja vestido de rojo que, quizá en algún otro tiempo pudo ser el mejor asesino asueldo de todos los tiempos o algo así. Quizá los niños se vayan a dormir ilusionados para despertar al siguiente día y ver que les trajeron de regalo, pero si yo supiera que en una noche muy específica un completo extraño se va a meter a mi casa, yo pasaría la noche con un arma de fuego apuntando a la puerta de mi casa y con una paranoia que me quitaría el sueño.
Todo esto es suficiente como para que me desagrade el tal Santa Claus, pero si he de ser completa y totalmente sincero, existe una razón por la que odio al empleado más famoso de Coca-Cola: El wey es amado y reconocido por todo el mundo, es absurdamente rico como para comprar regalos a millones de niños, porque aunque diga que él es quien fabrica los juguetes, sinceramente dudo que sus duendes sean tan buenos como para hacer un PlayStation con los recursos que tienen disponibles en el polo norte, pero lo peor de todo, lo que me disgusta más de todo el asunto es que Santa Claus tiene toda esa fama y riqueza y el wey solo trabaja una vez al año… que envidia, la verdad.
Y por eso odio a Santa Claus. Y también los lunes.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario