Ya sé que la
moda hoy en día es “a la tierra que fueres…” y por esta misma razón varios
estudios cinematográficos siguen aferrados a encontrar al siguiente Harry Potter o Juegos del Hambre, y la manera en que pretenden lograrlo es seguir
adaptando al cine una serie de novelas e intentar formar una franquicia desde ahí.
Es esta misma forma de pensar la que hoy nos trae a la pantalla El séptimo Hijo y aunque tal vez sea demasiado
temprano para asegurarlo, esta película pronto se unirá a la larga fila de
adaptaciones “wannabe” que nunca verán una secuela parte.
El Séptimo Hijo nos trae la historia de Tom Ward
(Ben Barnes), un joven que es reclutado por el enigmático John Gregory (Jeff
Bridges) para convertirse en un “Espectro” que es el título por el que se
conoce a una vieja orden de caballeros cuyo propósito es cazar y eliminar a
todo tipo de creatura maligna. El entrenamiento de Tom se verá abruptamente
acelerado cuando una antigua enemiga de su maestro se libera de su prisión y
amenaza con destruir a la humanidad.
Cuando se
habla sobre una historia de fantasía llevada al cine es muy común hacer
comparaciones con otros films de este género, sobre todo con El Señor de los Anillos, pero en muchos
casos esta comparación es completamente injusta y cuando se hace es más que
nada para tener un punto de referencia y aunque es cierto que El Séptimo Hijo cuenta con elementos muy
similares, en lugar de intentar ser un imitador de poca monta prefiere narrar
su propia historia en una escala mucho menor, lo cual es muy respetable pero el
problema de la cinta es que incluso con esa escala reducida no logra presentar
nada que sea verdaderamente memorable o innovador.
La película comienza
a un muy buen ritmo, presentándonos a sus protagonistas y algunas de las situaciones
a las que se enfrentaran durante la historia, pero una vez que los dos
personaje principales se reúnen, el film
decide presionar el acelerador y no mirar atrás, por lo que partir de ese
momento muchas de las situaciones y personajes secundarios que se presentan de
manera demasiado apresurada y un tanto torpe, sin dar tiempo al espectador de
asimilar toda esta información que se va presentando. Esto es entendible si tomamos
en cuenta que se cuenta con un tiempo limitado para contar la historia, pero
muchos elementos importantes no son desarrollados apropiadamente y se presentan
como meros comentarios “a pie de página”. Todo esto sería irrelevante si la cinta
lograse crear una atmosfera propia, detallando lo suficiente su propio mundo fantástico
pero tristemente este no es el caso. En lugar de desarrollar cada uno de sus
elementos, el film se ve más interesado en llevarnos de una escena de acción a
otra sin prestar demasiada atención a los “cómos” y los “porqués”.
En cuanto a
la actuación, la película no cuenta con nada espectacular ni vergonzoso. El actor
más destacable es Jeff Bridges, que si bien se interpreta a un personaje
secundario, es el único al que el film le presta la suficiente atención para
desarrollar de manera más competente. Aunque Ben Barnes no ofrece una mala actuación,
la verdad es que aunque se supone que su personaje es el héroe de la historia,
su participación se ve eclipsada por prácticamente cualquier otro actor con el
que comparte escena, hasta el punto que incluso un pequeño cameo por parte de
Kit Harington (quien no sabe nada) es mucho más memorable que toda la participación
de Barns durante la película (por cierto, si le entendieron a esa referencia de
Harington son más ñoños de lo humanamente posible).
Usualmente
no menciono el vestuario pero en esta película de fantasia debo decir que es
uno de los peores que he visto en este género. Es cierto que por su naturaleza
de magia y cuento de hadas mucho del vestuario tienda a ser muy llamativo pero
existe una muy delgada línea entre lo llamativo y lo ridículo, y prácticamente todo
el vestuario en esta película cae en esa segunda categoría.
El Séptimo Hijo pudo ser un buen inicio para una
serie, pero por desgracia su historia se presenta de manera torpe y su mundo fantástico
resulta genérico en el mejor de los casos y mediocre en el peor. Esta no es la
primera ni la última vez en que se intentara llevar a la pantalla una serie de
novelas, pero sí es un ejemplo del “peligro” de una mala adaptación: En lugar
de crear expectativa e interés al espectador, solo logra desmotivar al público
con una historia que decepcionara tanto a fans del trabajo original como a nuevos
seguidores potenciales.
El Séptimo Hijo:
1/5. Mala.
Mejor que:
Calabozos y Dragones (2000) (No que sea algo muy difícil de lograr)
No tan buena
como: El Aprendiz de Brujo (2010)
Sólo tengo algo que decirte... En dos semanas vas a tener que ir a ver 50 sombras de gray
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