Además de
los lunes también odio la mercadotecnia. Y no lo digo en una forma hippiesca insinuando
que odio el capitalismo y el consumismo que implica, simplemente me puse a
hacer algo que no hago muy seguido, me puse a pensar (y juro por Cthulhu que
ninguna sustancia ilegal se involucro en el proceso) en cual era la profesión
humana más malvada en la actualidad y la mercadotecnia fue lo primero que me
vino a la mente. Probablemente no debería de hablar de cosas que ni siquiera
alcanzo a entender como la mercadotecnia y la economía en la que se basa ¿Pero
cuando me ha detenido mi propia ignorancia en decir algo?

A pesar de
ser una industria en la que se invierten miles de millones, me atrevería a
decir que la mercadotecnia por sí misma es probablemente la cosa más inútil del
mundo. Piénselo bien, no creo que exista una sola campaña publicitaria que se
dedique a dar a conocer un bien o servicio realmente indispensable. Lo que mejor se vende no es el producto en sí, sino de la marca que lo está
comercializando. Recuerdo que en la primaria muchos niños llevaban y presumían sus
tenis de marca y hacían menos a aquellos que no compartían gustos parecidos,
para sorpresa de absolutamente nadie, yo era un blanco fácil, cosa que incluso
hoy en día me parece ridícula. Recuerdo que una vez simplemente me arte y dije “¿Tengo
que pagar quien sabe cuánto solo para que mis tenis tengan una palomita en la
suela? Ni madres, puedo hacerlo yo solo y gratis” Acto seguido tome una pluma y
empecé a garabatearme los tenis. Y esas actitudes aparentemente infantiles no
han cambiado con el pasar de los años; conozco a más de una persona que gasta
mucho más de lo que debería en tener lo más nuevo de Apple, no porque lo
necesite o porque su iPad ya no funcione sino porque, como diría el señor
Smithers “El sombrero es nuevo”.
Pero eso no
es lo peor del caso, cuando ya se ha vendido todo aquello humanamente posible
de vender, la mercadotecnia se encarga de crear una nueva necesidad solo para
podernos vender la solución o en otras palabra, dando la respuesta a una
pregunta que nunca nadie hizo en su vida. El ejemplo más claro (e hilarante)
son los infomerciales que pasan en prácticamente cualquier canal de televisión después
de las 12 de la noche, donde la carencia del producto que se vende convierte al
ser humano en un ser miserable que no puede hacer nada por sí solo y que
necesita comprar el solo para poder sobrevivir en su vida cotidiana. Pero si
eso no es todo, si llama en los próximos 30 minutos le daremos “gratis” este
otro producto que es igualmente inútil pero le hará pensar que la idea de
comprar cualquier cosa por televisión no es tan mala o estúpida como suena.
Y es fácil ponerme
en un pedestal y decir que todos aquellos que caen en las garras de la
mercadotecnia son seres inferiores a mí, pero no se me ocurre una mentira más
grande, después de todo ¡YO SOY EL PEOR DE TODOS ELLOS! He comprado más cosas inútiles
e inservibles de las que puedo contar y peor aún, seguiré haciéndolo en un vano
intento de llenar el insondable hueco que hay en mi alma (o mi estomago,
dependiendo de la hora del día). El más reciente ejemplo son las nuevas figuras
anunciadas por Nintendo ¿Las necesito? No ¿Son útiles para algo? Realmente no
¿Se verán bien una vez que las tenga acomodadas sobre un estante? Probablemente
sí, y en mi débil mentecilla eso es pretexto suficiente para realizar un
despilfarro excesivo e inútil.
Esto es solo una forma de quitarle dinero al débil e ignorante... ¡Y no puedo esperar a tenerlas todas!
Y por eso
odio la mercadotecnia. Y también los lunes
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