Además de
los lunes también odio a los Simpsons… bueno, no realmente, solo estoy llamando
la atención de la misma forma que la familia favorita de la televisión me
enseño a hacer mucho tiempo atrás, o como sería en su programa: “¡SEXO! Ahora
que tengo su atención, vote por Bart.”
No, no odio
a los Simpsons, de hecho siguen siendo uno de mis programas favoritos de todos
los tiempos, o al menos algunos capítulos que recuerdo más entrañablemente de
mi infancia/adolescencia, pero ese es precisamente el punto, en el pasado mi devoción
por los coloridos habitantes de Springfield era casi religiosa, desde el punto
de grabar todos los capítulos que pudiera en un VHS (maldita sea, si que soy
viejo…) y verlos una y otra vez hasta el punto de memorización; mientras que
hoy en día no recuerdo el ultimo capitulo “nuevo” que he vi, y que fue hace
como dos años atrás.
Ni siquiera
creo que sea un punto de debate, Los
Simpsons han dejado una fuerte huella no solo en la televisión sino en la cultura
popular en general, y si eso no lo demuestran 25 años de transmisión ininterrumpida,
entonces no se que pueda demostrarlo ¡Por Dios! Incluso a aquellos que dicen no
gustarle Los Simpsons los he visto reír
ante uno que otro episodio. Pero lo que antes era una innovación, un rompedor
de esquemas y aunque se escuche muy mamon, una verdadera vanguardia del
entretenimiento poco a poco se fue volviendo simplemente “uno más”, así como el
canal Fox se volvió porno tan gradualmente que no me di cuenta. Me atrevo a
decir que en su momento Los Simpsons
eran verdaderamente adelantados a su época; simplemente no existía nada como
ellos en la televisión. Por decirlo de alguna manera, Homero, Bart, Lisa, Marge
y Maggie tomaron la delantera en cuanto a la carrera de la animación dedicada a
un público adulto y cuyos ingredientes eran la crítica social, la parodia y el
humor irreverente (palabra que tristemente se ha utilizado tanto que casi ha
perdido cualquier significado que podía tener); pero después de veinticinco
años de correr, los demás competidores no solo han alcanzado a los Simpsons
sino que los han superado en esa misma carrera.
Mi amor por
esta serie de televisión empezó desde que era pequeño, no tanto por su calidad,
después de todo muchos de los chistes más adultos no podía ni siquiera a
entenderlos; pero porque eran algo prohibido o por lo menos lo fueron en mi
casa durante mucho tiempo hasta que mis padres simplemente se rindieron (de
todos modos siempre encontraba una forma de ver el programa). Pero desde
entonces el programa era mucho mejor que de lo que muchos (en ese momento) le
daban crédito, y no solo en un puro valor de entretenimiento sino también cultural
y social. Fue en los Simpsons cuando escuche por primera vez de un tal Edgar Allan
Poe y su poema “El cuervo”, lo cual me hizo buscar el poema y decepcionarme un
poco al ver que el cuervo no contestaba “vete al diablo”. Fue cuando Homero se despidió
del plan dental (Lisa necesita frenos. Plan dental. Lisa necesita frenos. Plan
dental…) cuando supe cómo funcionaba un sindicato. Gracias al día que Lisa
estuvo triste supe que era la depresión y como liderar con ella. Por muy payaso
que suene, Los Simpsons son una parte
importante de mi formación como ser humano.
Yo crecí con
Los Simpsons, el problema es que no
estoy seguro de que ellos hayan crecido junto conmigo. Y no es que me sienta
muy maduro y decir que soy demasiado maduro (jajajaja, maduro yo…) para ese tipo
de programas; lo que digo es que durante todos estos años Los Simpsons han perdido ese “algo” que los hacía destacar de los
demás y simplemente no se que sea y no es que el programa hoy en día sea
basura, hay muchas cosas peores en la televisión, simplemente la vieja mula ya
no es lo que era, ya no es lo que era… Puede que yo sea feo como una blasfemia
y tonto como una piedra, pero hasta yo puedo darme cuenta de que las cosas ya
no son como antes.
Tal vez sea
por la familiaridad. El hecho de que las aventuras de mi guía espiritual Homero
(Simpsons, por supuesto) sean una constante ininterrumpida que simplemente lo
doy como un hecho; así como a la noche lo sigue el día, así cada año tendrá una
nueva temporada de Los Simpson. Y no
se me ocurre una solución. Diría que es momento morder la bala y terminar con
la serie, pero eso es como decir que mi perro se muera solo porque ya puede
jugar conmigo, eso simplemente es impensable. No puedo ni quiero imaginar un
mundo sin las aventuras de la familia amarilla, pero tal vez eso sea
precisamente lo que se necesite para poder apreciarlas de nuevo. Muchas de las
personas que trabajaban en el programa han seguido otros caminos, algunos de
los actores de doblaje originales han muerto (en la versión original en ingles)
y eso sin contar los cambios hechos a la muy amada versión latina. Quizá
simplemente todos los involucrados se están esforzando demasiado y fracasado
miserablemente ¿La lección? Nunca te esfuerces.
Estoy consciente
de que nada es para siempre y Los Simpson
no son la excepción, pero tampoco quiero verlos perdidos en el olvido y vueltos
solo una nota al pie de página de la historia de la televisión y creo que la
mejor manera es dejándolos descansar por un tiempo, que se tomen unas
vacaciones y que regresen tan frescos e innovadores como lo fueron en un
principio, eso indudablemente agrandecera su calidad (y ese no es un error, esa
palabra tiene completa validancia). Solo es una idea, quizá funcione pero ¿Qué
sé yo? Yo solo sé que existen tres tipos de personas en este mundo: las que
saben contar y las que no.
Y por eso
odio los lunes... Esta vez solo los lunes, porque ni en su punto más bajo diré
que odio a los Simpson (otra vez).
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